3 jul 2010

De panqueques y fashutos (Por Alex, desde Ciudad del Cabo)

Ni bien salía del estadio, con los alemanes soplando vuvuzelas, recibí el primer mensaje insultando a Messi. Luego otro más. Del apocalipsis al triunfalismo y, ahora, para satisfacción de muchos, otra vez el colapso. Irán por Messi, irán por Maradona, irán por el cuerpo técnico, por cada uno de los defensores, volantes o delanteros.
Veremos la disección de una derrota como si en el fútbol fuera una ciencia exacta. Ayer nomás, Holanda fue superado ampliamente por Brasil en el primer tiempo y no tuvo ninguna situación de gol. Pero se encontró con un gol en contra que le dio un empate y luego sí, una reacción que le dio la victoria. Hoy, Alemania le ganó a la Argentina igual que a Inglaterra: con un gol desde el inicio y luego, de contragolpe. Con una defensa dura y delanteros rápidos. Argentina tuvo la pelota, Alemania las situaciones más claras. El Mundial es cruel pero mucho más cruel es el placer de la carroña. Maradona logró el resultado promedio que la Argentina obtuvo en los últimos veinte años. Nos ilusionamos, pensamos que podía ser diferente al tener al mejor jugador del mundo. No alcanzó. Ahora dirán: "Argentina no le ganó a nadie y cuando tuvo a alguien enfrente perdió por goleada". O dirán de nuevo: "Eran los mejores jugadores con el peor técnico". Los sectores medios altos, no perderán oportunidad de tomarse revancha: si Maradona avanzaba aún más, ¿Qué hubieran dicho? Incluso han tenido que atragantarse el deseo de un escándalo, de un Maradona desbocado, peleando en lugar de saludar a los rivales y consolar a sus jugadores como hizo.
Con honestidad intelectual, un periodista del New York Times le pidió perdón a Maradona antes del partido con Alemania. Y una multitud de argentinos se conmovieron y se identificaron con esa culpa, con ese aire de superioridad moral que una vez más deben deglutir.
Gran parte de esos argentinos, seguramente se sienten más a gusto representando o citando al "prestigioso New York Times" que a Maradona. Se sienten más argentinos, leyendo o diciendo que leen el New York Times. Diego no los representa. Les espanta el Maradona negro, villero, bravucón, drogadicto, ignorante, contradictorio, soberbio. Ayer decían "Como jugador, el señor Maradona fue excelente. Cómo técnico, no está capacitado, es un analfabeto". Mañana dirán: "Cómo jugador fue excelente. También fue un buen técnico. Pero como persona, uf, eso sí que no".
Son ese ochenta por ciento que votó en La Nación que Maradona debía renunciar antes del partido con Perú. O el sesenta por ciento que cliqueó en Clarín que Maradona era el responsable del "fracaso". Ahora, le dicen Diego.
Ese rasgo contradictorio que también le critican a Maradona los sectores ilustrados, refleja la impronta nacional. "Panqueques", como los llamó Maradona ya en en 1986, son aquellos que cambian de lado según la ocasión. Los que apoyaban los golpes y ahora se escandalizan por las instituciones. Los que celebraron la guerra de Malvinas para repudiarla tres meses más tarde. Los que votaron a Alfonsín, a Menem dos veces, a De la Rúa, a Kirchner y señora, pero que nunca lo admitieron: la culpa de lo que pasa siempre es de los otros.
En el caso de Maradona, es legítimo haber criticado su sistema de juego durante las eliminatorias incluso porque "no jugaba bien" o porque casi no clasifica. Pero las críticas no eran a Maradona. Eran descalificaciones. No se analizaba su performance como entrenador sino que se lo juzgaba por su historia personal. Por su pasado con las drogas. Por su inexperiencia como técnico. Por su personalidad. Son exactamente los mismos que llegaron a decir que Messi no sabía la letra del himno (sus compañeros luego le enviaban, en chiste, mensajes de texto con frases como "Oíd Mortales."). ¿Qué dirán de Messi ahora? ¿Será el nuevo responsable de la insatisfacción nacional? El desprecio argentino por lo propio, por lo bueno y por lo malo, proviene de un gen que heredamos desde que comenzó nuestra nación. El placer por la destrucción, la tentación por el fracaso, la superioridad pacata que pretenden los sectores medios altos refleja lo peor de la Argentina mezquina y miserable. Son aquellos que hoy más que nunca, tienen sentimientos contradictorios: deseaban que al equipo le fuera bien, pero la derrota les dio un alivio: perdió Maradona. Argentina sería mucho mejor sin negritos.

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